Resumen |
“Será para mí verdaderamente una alegría ver su nombre de chileno ilustre, de periodista y de amigo de los ausentes, en la carátula de este libro: tiene usted el don inglés de ser exacto, aventando a la vez la cursilería elogiosa y el denuesto criollo, rara virtud en un escritor sudamericano”, le escribe Gabriela Mistral a Ismael Edwards Matte, encargado del prólogo biográfico y crítico de la primera publicación en 1941, a petición de la propia poetisa.
Recelosa del denuesto nacional, Gabriela Mistral saca a relucir su carácter para asegurar calidad y exigencia en la antología que ella misma preparó. La poetisa, en esos años, no vive en Chile y precisa resguardo de su obra antológica, que está constituida fundamentalmente por dos libros: Desolación y Tala.
La praxis de Gabriela Mistral es compleja y delicada, ardua y dolorosa. Conocida es su costumbre de leer reiteradamente sus obra literaria, hasta tener una suficiente lucidez y precisión para auto convertirse en una ácida lectora y crítica de sus creaciones.
Es posible que sean sus rigurosos juicios sobre su lírica lo que determinaron que publicara una escasa obra en vida. Sin embargo, bastaron tres monumentales textos para que le fuera otorgado el Premio Nóbel en 1945: Desolación, Ternura y Tala.
En esta Antología Bicentenario, constituye una novedad encontrar su prosa, línea creativa casi inadvertida por lectores y la crítica nacional, donde retoma sus temas maternales, codificados de forma exclusiva, con un penetrante hilo narrativo, que abre nuevas miradas y exploraciones a su particular mundo poético. |