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Clasificación |
U 863as ON58
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Autor(es) |
Onetti, Juan Carlos
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Título(s) |
Astillero
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Edición
Editores
Lugar de Edición
Fecha de edición |
Club Internacional del Libro
Madrid
1998
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Notas |
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Resumen |
Sucede a veces que una novela nos relata una historia que no acabamos de entender bien. ¿No la entendemos porque no está bien contada? Puede que sea por ello la mayor parte de las veces. Pero excepcionalmente no entendemos la historia que se nos cuenta paradójicamente por lo irreprochablemente bien escrita que está. La inteligibilidad de una novela no siempre estriba en su escritura, ni siquiera tiene que ver con ella. Sucede a veces que no entendemos una historia que se nos relata porque es imposible entenderla de ninguna de las maneras posibles de contárnoslas. No hay posibilidad de transparencia. La escritura a lo sumo asiste impotente a esa indescifrable masa de palabras enfilando con todo su empeño hacia algo de claridad en medio de la más absoluta oscuridad. Esa oscuridad de la historia nada tiene que ver con la claridad del estilo. Tiene que ver con el hecho de que la realidad a veces sencillamente es esa: su ininteligibilidad.
Hago este pequeño introito porque esta semana me pareció que darle una nueva oportunidad a El astillero, del escritor uruguayo Juan Carlos Onetti (1909-1994), era darle oportunidad no sólo a una forma de novelar sino a una forma muy personal, y agregaría casi inaugural de la ficción en el contexto lingüístico del castellano, además de señalarnos un modo de insuflarle sentido existencial. El astillero se publicó en 1961, la década en la que convivían el realismo y la denostada por Ernesto Sábato “nouvelle roman”. Onetti ya había publicado Para esta noche (1943) y La vida breve (1950), novela donde nace la mítica ciudad de Santa María. Para cuando se publica El astillero, sus lectores ya reconocen en la novela una poética anclada en Kafka, Hamsun, Joyce, Céline y Faulkner, sobre todo Faulkner, mucho Faulkner. En 1964, la novela que se completa con una segunda parte titulada Juntacadáveres (aunque esta obra, su autor la escribió casi paralelamente a El astilleRO). Si hay que buscar un paradigma en la obra del escritor uruguayo, un paradigma literario de la desolación del hombre contemporáneo (y probablemente de la desolación humana en términos absolutos), ese no puede otro que El astillero. El narrador omnisciente es también un narrador testigo, esa omnisciencia cercana que relativiza, cuando no cuestiona, en cierta manera esa prepotente inhumanidad de la que hace siempre gala la tercera persona. El uso de este punto de vista no es inocente. Ese narrador testigo que autoriza la intromisión de otras versiones de lo relatado, coquetea con el uso del plural y hasta no duda en echar mano de la deducción cuando sus oídos escuchan diferentes versiones. A ello me refería más arriba cuando hablaba de no entender, empezando por no saber si hemos llegado a un final o a otro, que también cabe esa posibilidad en nuestra novela. No se entiende la vida solo porque la vivamos. Sabedor de eso, Juan Carlos Onetti cifra en su novela la imposibilidad de un conocimiento o intelección total de la realidad. Consciente de ello, Onetti selecciona sus materiales narrativos: sintetiza espacios y tiempos. Es lo que algún especialista en su obra ha llamado “concentración retórica”. El paso de la realidad real a la mítica. A partir de La vida breve y consolidada plenamente en El astillero, la narración y todos los dispositivos narratológicos se encargan de una tarea metafísica: las cosas se vuelven esenciales, las voces se multiplican en busca de alguna verdad irrefutable, las reglas de la verosimilitud se hacen más porosas, más afines, más necesitadas de distintas versiones acerca de lo vivido o de lo que se está viviendo. El punto de vista, las voces, la ambigüedad en las estrategias de supervivencia (de Larsen, por ejemplo, al llegar a Santa María para gestionar el astillero en su hundimiento definitivo o en su restauración), la subjetivación de la mirada sobre el mundo físico y sensible, todo conduce a la construcción de una poética de la distancia, del desapego, de la indiferencia existencial.
He vuelto a leer El astillero y renuevo aquella lejana sensación que sentí cuando la leí por primera vez: lucidez ante la inutilidad de la vida, una idea casi vertiginosa de la muerte y esa otra luminosa poética de la incertidumbre y la relatividad que apunta tan directamente al corazón cartesiano de los relatos unívocos. No hay una próxima primavera para Larsen. Su alma, mezcla de los nihilistas de Roberto Arlt y Camus, dibuja ese paisaje devastado y carente de sentido intrínseco, que hubiera dicho Kant. Recuerdo una frase de algún cuento de Onetti: "También la vida es una idiotez complicada". Pero en esa idiotez, la escritura y la compasiva ficción que nos protege o nos salva hacen que seamos simplemente, como pidió un día el mismo Onetti, cada minuto de esos sucesos que no provocamos con nuestra voluntad. Démonos, pues, una oportunidad como lectores. |
Descripción |
206 p. |
Copias
No de registro | Status | Lugar |
1130 |
Disponible | H86 |
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